¡Oh hermosisimo Niño de Atocha!
Mirada candidísima de amor infinito,
adorado Niño de mi corazón,
fuente inagotable de maravillas,
caudal de portentos,
manantial de consuelos
y padre de toda piedad y misericordia.
¡Oh preciosísimo Niño de Atocha!
A tus pies soberanos
humildemente se postra este ingrato pecador,
quien desea a costa de sus lágrimas
desagraviarte suplicándote
le perdones sus culpas,
interponiendo por intercesora a tu Santísima Madre.
Con tal seguridad llega confiado,
pues Tú eres el insondable piélago de bondad;
a Tí, bien mio,
a Tí suspira mi infeliz y pobrecita alma
avergonzado de estar ante tu divina presencia,
te dice en verdad de lo íntimo de su corazón,
que le pesa de haberte ofendido,
pero idolatrado Niño de Atocha,
por ser quien eres, te pido,
que me des la contrición que diste a Dimas,
las lágrimas de Pedro,
las dulces expresiones de Agustín,
para así desagraviarte como lo desea mi corazón:
No Niñito, no cortes el hilo de mi fatal vida,
dame tiempo para hacer penitencia
y llorar mis culpas,
como se lo concediste a Santa María Magdalena,
para ser así grato a tus divinos ojos.
Oh Niño de Atocha! Oh gallardo!
espero en Tí, confío en Tí, y por Tí
creo lograr mi salvación,
y lo que por medio de esta oración
humildemente te pido,
que es tu ayuda para
abrirme los caminos de la vida.
Te suplico que se abran las puertas,
para solucionar mis necesidades,
tanto físicas como espirituales,
eliminando los obstáculos
que constantemente encuentro a mi paso.
Cada vez que emprendo un nuevo logro
surgen problemas y dificultades
que me impiden conseguir mis propósitos,
y esto causa una gran aflicción,
porque no puedo avanzar hacia mis metas.
Santo Niño, abre mis caminos,
te lo ruego.
Creo verdaderamente no salir desconsolado
con lo que sabes que necesito;
Espero que mis aflicciones, mis trabajos,
mis necesidades, mis penas, mis desconsuelos,
me los volverás todos gozos
dando a mis tribulaciones goces
y a mis prisiones libertad,
pues eres mi padre y todo mi bien.
Ampárame, socórreme, asísteme,
defiéndeme, favoréceme en la hora de la muerte,
preséntate a mi vista
con el lucido escuadrón de los ángeles,
recibiendo mi alma en tus brazos,
para que descanse en Tí
y goce de las delicias celestiales
en tu amable compañía,
por los siglos de los siglos.
Amén
0 comentarios:
Publicar un comentario