¡Oh Virgen bendita entre todas las mujeres!
Nos faltan las palabras
para darte gracias
por las innumerables bendiciones
que hemos recibido de tu mano.
El día de tu nacimiento
puede ser llamado el día de acción de gracias,
de la alegría y del consuelo.
Tú eres la honra de la humanidad,
gozo del Paraíso,
regalo escogido de Dios,
y bien de nuestra nación.
¿Qué mérito tenemos nosotros,
oh Virgen del Buen Suceso,
para que merezcamos tenerte
como Madre nuestra?
¡Que Dios sea bendito por siempre
que lo ha querido así!
Bendita eres tú también,
Virgen María,
porque a pesar de nuestra ingratitud,
te nos muestras propicia.
Por ello decimos:
Tú eres, Madre clemente,
nuestro consuelo en la tierra,
nuestro refugio,
nuestra ayuda y nuestra protección
en nuestras necesidades,
tanto públicas como privadas.
Guárdanos de la guerra,
la peste, el hambre, las tormentas,
terremotos, y todas las calamidades
que merecemos por nuestras culpas.
Escucha las súplicas de los que te invocan.
Sé abogada y Madre nuestra,
de nosotros que ponemos nuestra confianza en ti.
A ti acudimos, y por tu intercesión esperamos
alcanzar de tu divino Hijo
el perdón de nuestros pecados
y la perseverancia en la gracia hasta la muerte.
Amén.
(Aquí, cada uno levantando su corazón a Dios,
puede pedir, por intercesión
de María Santísima del Buen Suceso,
la gracia o favor que desea recibir)
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