¡Oh Jesús, que con el peso de tu cruz
redimiste a los mortales,
líbrame de mis enemigos,
encarnados o desencarnados.
Dame luz para enseñarles,
paz para tranquilizarles,
fuerza para dominarlos.
Si están colocados
durante mi peregrinación en este mundo
como complemento de mi prueba,
hágase tu voluntad.
Que ni su odio ni rencor sean armas
que puedan herirme con su venganza.
Permite Padre Mío,
que el concurso de los buenos espíritus
que forman tu Corte, me rodeen
para atraer esos seres a mí
por medio de la reconciliación, de la paz,
y unidos en lazo fraternal
cantemos tus alabanzas
por todos los siglos de los siglos.
Amén
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