martes, 29 de abril de 2014

PARA EL SÁBADO. ORACIÓN MISTERIOSA




OH, Jesús, Hijo de Maria,
Salvador del mundo!
 
+ Que el Señor me sea favorable
y me conceda una inteligencia clara y santa
y una voluntad firme para tributarle
el honor y el respeto que le son debidos.
 
Nadie pudo poner sobre El la mano,
porque su hora aún no había llegado.
 
Es el que ha sido, es y será siempre:
Dios y Hombre, principio y fin.
 
Que esta oración que le dirijo
me preserve de los ataques de mis enemigos.
+ Así sea.
 
Jesús de Nazaret,
Rey de los Judíos y Redentor del mundo,
Hijo de la Virgen María,
Madre Inmaculada,
ten piedad de mi, pobre pecador,
que ante Ti se humilla;


Guíame según tu dulzura,
por el camino de la salvación eterna y
concédeme la dulce paz que ansió.
+ Así sea.
 
Cuando Jesús cumplía
su misión redentora sobre la tierra,
los sacerdotes judíos lo hicieron prender,
y el Hijo de Dios,
sabedor de cuanto había de sucederle,
se adelantó y les dijo:
+ A quién buscáis?
 
—A Jesús de Nazaret,
le respondieron—.
 
+ Jesús les contestó: Yo soy.
 
—Judas, que debia entregarlo,
entre ellos estaba, y dijo: El es.
Y todos cayeron en tierra.—
 
+ A quién buscáis?,
volvió a preguntar Jesús.
 
—A Jesús de Nazaret,
respondieron otra vez—.
 
Ya os he dicho que soy yo, repuso Jesús,
y si es a mí a quien buscáis,
dejad marchar a aquellos, dijo,
señalando a sus discípulos.
 
La lanza, los clavos, la cruz, las espinas,
la muerte que has sufrido, prueban, Señor!,
que has borrado los crímenes de los miserables.
 
Por las cinco llagas de tu cuerpo sagrado
y por la traición del apóstol Judas,
yo te pido, mi buen Jesús,
me preserves de las emboscadas y traiciones
de mis amigos y de mis enemigos,
hasta la hora de mi muerte.
+ Amen.
 
+ Jesús es la vida.
+ Jesús es la estrella.
+ Jesús ha sufri­do.
+ El es la verdad;
Por eso paso entre ellos
sin que nadie osara poner su mano sobre El,
porque su hora no había llegado.
 
+ Yo os ruego, divino Jesús, tengáis piedad de mí.
+ Así sea.
 
 
Estas siete oraciones son poderosas y de gran virtud para evitar toda clase de asechanzas y adversidades que pueden amargar nuestra vida. Son eficaces para deshacer cuantas calumnias caigan sobre nosotros; sirven para librarnos de las emboscadas de nuestros enemigos y de las perfidias de los amigos falsos; y asimismo para anular toda persecución injusta de que seamos victimas y cuanto se intente para perjudicamos o dañarnos, sal en el cuerpo como en el alma.
 
Para que dichas siete oraciones obren eficazmente es preciso recitarlas con fe inquebrantable cada una de ellas en su día correspondiente, antes de la salida del sol y en la hora de su ocaso. Además de lo dicho, deberá llevar sobre su pecho, dibujado en un pedazo de pergamino virgen, el nombre divino correspondiente al día en que se reza. Esto es: el domingo, el nombre Had; el lunes, Hemel; el martes, Ramiac; el miércoles, Jendsel; el jueves, Sillu; el viernes, Stilu, y el sábado, David.
 
 

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