¡Oh piadosísima Virgen!
Oh, Bella Flor del Carmelo,
Vos, que nueve siglos antes de existir
fuisteis vista en profecía
por el siervo de Dios nuestro Padre San Elías,
y venerada por sus hijos allá en el Carmelo.
Vos, que en carne mortal
os dignasteis visitarles
y les dispensasteis celestiales consuelos.
Vos, que vigiláis siempre
por la virtuosa familia
que tuvo por Superior
a vuestro estimado hijo San Simón Stock,
por Padres y reformadores
a la Seráfica Virgen y mística
Doctora Santa Teresa de Jesús
y al esclarecido y extático San Juan de la Cruz,
así como por una de sus dignísimas hijas
a la ejemplar Esposa de Jesucristo
Santa María Magdalena de Pazzis,
vuestra devotísima sierva.
Vos, que engalanasteis a dicha Orden
con la estimable prenda del Santo Escapulario,
y, en fin, Vos, que de tantas maneras
habéis demostrado vuestro cariñoso amor
a los carmelitas y sus allegados,
recibid benévola mi corazón
ardiente de fervoroso entusiasmo
hacia la más pura de las criaturas
y la más candorosa de las madres.
No permitáis, Señora,
que el león rugiente asuste mi espíritu
en el camino de la perfección,
y haced que logre arribar
a salvamento en la gloria,
como lo habéis alcanzado
de vuestro Divino Jesús para los que,
invocándoos con fe e imitando vuestras virtudes,
murieron píamente con vuestra enseña.
Confortad a vuestros hijos, Piadosa Señora,
y protegednos contra males y desgracias,
Vos que todo lo podéis, tened misericordia
de los que pasamos necesidades,
de los más pobres y afligidos,
y ayudadnos a conseguir nuestro sustento,
liberándonos de penas y desolaciones.
Amén.
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