Sentadita está la Virgen
a los pies de una alameda
con dos agujitas de oro
bordando paños de seda.
Por allá pasó Jesús
le dijo de esta manera:
–¿Cómo no me hablas, la Virgen,
cómo no me hablas, la bella?
–¡Cómo quieres que te hable
tan triste y en tierra ajena!
si un hijo que yo parí
sin dolores lo pariera
y ahora lo veo enclavado
en una cruz de madera.
Si me lo queréis bajar
os diré de qué manera
San Juan os ayudará
y la bendita Magdalena
yo también os ayudaría
si mis fuerzas me valieran.
Caminemos, caminemos,
caminemos pal Calvario
que por pronto que lleguemos
ya le habrán crucificado.
Ya le hincaban las espinas
ya le remachan los clavos
ya le daban la lanzada
a su divino costado.
La sangre que le caía
caía a un cáliz sagrado
y el hombre que la bebiera
será bien aventurado
en este mundo será rey
y en el otro coronado.
El que esta oración dijere
todos los viernes del año
sacará una alma de pena
y la suya de pecado.
El que la sabe no la dice
el que la oye no la aprende
llegará el día del Juicio
y verá lo que le acontece.
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