Justo juez,
hijo de la Virgen María,
no me abandones
ni de noche ni de día.
Que no me vea ni muerto,
ni preso, ni herido...
ni de justicia perseguido
[ni de mis enemigos vencido]
La sangre de mis venas
me vienen a pedir,
yo no se lo quiero dar:
Ojos tendrán y no me verán,
oídos tendrán y no me oirán,
manos tendrán y no me tocarán,
pies tendrán y no me alcanzarán,
boca tendrán y no me hablarán.
¿Quién me guía?
El espíritu de Jesús y de María.
Porque con el manto
que la Virgen tiene puesto
y la sábana
con que Cristo fue envuelto
será mi cuerpo cubierto,
Amén.
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